Las abejas melíferas, se han aliado con productores artesanales para beneficiarse de la variedad de parques urbanos y jardines domésticos. La ciudad se ha convertido en un refugio inesperado de estos polinizadores.
Cultura Mix
Vivir en la ciudad puede ser más saludable que hacerlo en el campo ante la menor presencia de Fertilizantes químicos
Las abejas de benefician de la variedad y la menor presencia de fertilizantes químicos y monocultivos, principales causas del retroceso de sus poblaciones en los lugares de cría tradicionales, con mayor presencia de los efectos de las grandes explotaciones agropecuarias.
El renacimiento de la apicultura urbana coincide con el auge de los huertos urbanos, el compostaje doméstico, e incluso la experimentación con alimentos que se pueden producir en casa (además de miel y verduras, incluso setas e insectos, estos últimos como complemento proteínico saludable y sostenible).
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Los movimientos de comida local celebran los alimentos saludables, con escaso impacto y producción cerca de casa, siguiendo los preceptos de ensayos que han influido en la sensibilidad culinaria estadounidense, como El dilema del omnívoro, de Michael Pollan.
Emprendedores de la apicultura urbana
Pero, pese a su creciente popularidad, la apicultura urbana es todavía una afición de pioneros de tendencias ("early adopters") y, sólo en Estados Unidos, 92 ciudades prohíben expresamente en sus ordenanzas la cría de abejas en balcones, terrados y terrazas.
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Ventajas de producir miel en la ciudad
Los beneficios de la apicultura urbana son tan sustanciales, explica Joshua Brustein en The New York Times, que vale la pena revisar ordenanzas y defenestrar falsos mitos sobre las abejas melíferas, los mayores polinizadores de la naturaleza.
La miel urbana no sólo es comestible, sino de mayor calidad. Las abejas no fomentan la aparición de alergias, recuerda The New York Times.
El polen en la miel producida en donde vivimos fomenta el desarrollo de defensas contra alérgenos presentes en el entorno. Las abejas enriquecen con su polinización los jardines de una ciudad. Son los polinizadores más importantes de plantas magnoliófilas (con flores). Al haber convivido con el ser humano durante milenios, las abejas no son peligrosas para los habitantes de la ciudad, más allá del comportamiento defensivo circunstancial, que en todo caso sería padecido por el -debidamente protegido- apicultor. No es una afición costosa ni difícil, y produce varios beneficios visibles desde las primeras semanas:miel, mejora del jardín, establecimiento de una rutina educativa para toda la familia, establecimiento de un contacto más íntimo entre el individuo y el entorno natural inmediato (como recomienda la permacultura), etc.
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La polémica sobre la reducción de la población de abejas especialmente en Europa y Norteamérica se centra sobre todo al uso de fertilizantes y el sirope de maíz industrial. La economía mundial no contabiliza ni reconoce el descomunal valor económico de la actividad de abejas y otros insectos polinizadores, encargados de fertilizar la mayoría de las cosechas. Sólo el 10% de las plantas con flores del mundo son polinizadas sin asistencia animal.
El auténtico valor de las abejas:
Damian Carrington se pregunta en The Guardian si deberíamos contabilizar en términos económicos los servicios que la naturaleza ofrece al ser humano.
Éstos, al ser considerados gratuitos, no se reconocen ni merecen el respeto que conllevaría considerarlos un bien frágil y finito. Estudios de la ONU sobre el valor económico de los ecosistemas lo deja en claro.
Sólo en el Reino Unido, dice Carrington, las abejas y otros polinizadores proporcionan un servicio a los agricultores británicos de 430 millones de libras. Aportación oculta y no contabilizado por la economía en ningún lugar. Producción urbana para preservar las poblaciones de abejas Coincidiendo con el interés público por la dolencia que afecta a las abejas, el problema del colapso de las colonias o CCD en sus siglas en inglés (Colony Collapse Disorder), la apicultura urbana ha experimentado un espectacular renacimiento en la última década. La cría urbana de abejas melíferas para cosechar miel artesanal se extiende en balcones, terrazas y terrados de Europa, Norteamérica y Japón, entre otras regiones.
El movimiento de la apicultura urbana:
París, Londres, Berlín, Tokio, Nueva York, San Francisco, Washington, Seattle o Portland son algunas de las ciudades con comunidades de apicultores urbanos en crecimiento. Proliferan, asimismo, las tiendas y servicios con especialistas que ofrecen soporte a estos nuevos aficionados del cultivo melífero, cuya cría no dista mucho de la descrita por Plinio el Viejo en su Historia natural. Para contribuir a la nueva tendencia, varias ciudades que en décadas anteriores habían permitido la cría de abejas melíferas y otros animales incluso en entornos urbanos, han vuelto a adecuar su normativa y, en la mayoría de casos, simplemente han legalizado una práctica en auge que se encontraba en un limbo jurídico.
Apicultura urbana y burocracia administrativa
La cría de animales considerados domésticos ha formado parte de las normativas consistoriales de Europa y Norteamérica desde hace más de un siglo.
Hasta 2010, la cría de abejas melíferas estaba prohibida en Nueva York, con una multa de 2.000 dólares por desobediencia de la ordenanza. Desde 2010, Nueva York siguió a San Francisco y otras ciudades estadounidenses y la práctica se extiende ahora por la ciudad. Se retiran las prohibiciones y las abejas retornan.
En San Francisco, vecinos, restaurantes, hoteles (como el Fairmont de Nob Hill:), e incluso el consistorio de la ciudad producen miel artesanal en sus terrazas y terrados.
El restaurante del hotel Fairmont de San Francisco incluye en sus postres la miel producida que produce en su jardín.
La tarea no reconocida de las abejas: vigorizar los jardines
Tanto las especies melíferas de origen euroasiático como las abejas polinizadoras autóctonas de Norteamérica, que no producen miel (los abejorros, "bumblebees" en inglés), compiten en vigor con los jardines privados que contribuyen a enriquecer.
Por un lado, más abejas polinizadoras equivalen a más posibilidades para las plantas con flores de que su herencia genética sea transportada y proliferen en otros puntos cercanos de la ciudad.
Por otra parte, se ha comprobado que la miel producida en las ciudades se beneficia de la mayor riqueza y variedad de especies de plantas con flores, debido a la concentración de jardines, privados y públicos, donde se cultivan mayor variedad de plantas con flores.
Instalación de colmenas en la ciudad
Cualquier interesado en instalar una colmena en casa para criar miel artesanal afronta el escollo burocrático de conocer el estado jurídico de la apicultura urbana en su localidad.
A menudo, la falta de ordenanzas concretas sobre la apicultura en terrazas y azoteas sitúa la práctica en la ilegalidad. Cuando una ordenanza prohíbe expresamente la apicultura urbana, el interesado se arriesga a ser multado, de producir miel en su balcón, terraza o azotea.
Por su carácter benéfico para el productor y los jardines circundantes gracias a los efectos de la polinización, la ausencia de ordenanzas puede ser interpretada como un beneplácito a la cría.
Primeros pasos para instalar una colmena urbana
Miembros de asociaciones de apicultores urbanos recomiendan informar a los vecinos sobre la instalación de una colmena. De este modo, tanto en situaciones de legalidad como de ilegalidad por falta de normativa, se evitan malentendidos.
La miel artesanal vuelve a la ciudad, recuperada por aficionados y profesionales.
Rememorando la conversación con un apicultor aficionado estadounidense, cualquier familia urbana, más allá de su composición, disfrutará más del cuidado y los beneficios de la cosecha casera de miel que de una nueva videoconsola o de una jornada de compras por el centro.
Existen diferentes diseños de colmena racional, tanto horizontal como vertical, para producir miel artesanal en la ciudad. Como ocurre con los compostadores y vermicompostadores domésticos, es posible confeccionar una colmena casera, siguiendo manuales e indicaciones disponibles en Internet.
Miel en la ciudad
La recolección de miel se inició hace milenios, con vestigios rupestres en el Levante español de hace más de 6.000 años, la recolección se producía en colmenas rústicas: en huecos de árboles, panales naturales y recipientes de barro.
La apicultura fue documentada por primera vez con metodología empírica en la Grecia y Roma clásicas: Aristóteles, Virgilio y Plinio el Viejo, entre otros, aportaron consejos sobre la cría de abejas melíferas.
Los monasterios y abadías medievales fueron los primeros centros de producción apícola a gran escala para el consumo sostenido de miel y cera de abejas, dos ingredientes primordiales en la cocina y talleres de estos centros religiosos y reductos de literatura clásica, como expone Umberto Eco en El nombre de la rosa.
Los monjes medievales recuperaron y mejoraron diseños clásicos y rústicos: troncos huecos, vasos de corcho (usados con algunas modificaciones en zonas interiores de España y Portugal hasta hace unas décadas), cestos de mimbre y paja, etc.
Dibujos y grabados medievales muestran las primeras colmenas móviles, recipientes en forma de cesta (Pieter Brueghel el Viejo los inmortalizó en 1568):
Debido a su diseño fijo, los panales crecen en el interior según los criterios de las abejas, lo que dificulta y limita la producción de grandes cantidades de miel.
Al final de la Edad Media y, sobre todo, con la llegada de la Ilustración, se extendieron en Europa los diseños de colmena con panales y marcos móviles que se siguen usando en la actualidad. (http://faircompanies.com)
El canto de la miel Poema de Federico García Lorca
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La colmena es una estrella casta, pozo de ámbar que alimenta el ritmo de las abejas. Seno de los campos tembloroso de aromas y zumbidos.
La miel es la bucólica lejana del pastor, la dulzaina y el olivo, hermana de la leche y las bellotas, reinas supremas del dorado siglo.
La miel es como el sol de la mañana, tiene toda la gracia del estío y la frescura vieja del otoño. Es la hoja marchita y es el trigo.
¡Oh divino licor de la humildad, sereno como un verso primitivo!
La armonía hecha carne tú eres, el resumen genial de lo lírico. En ti duerme la melancolía, el secreto del beso y del grito.
Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo. Dulce como los vientres de las hembras. Dulce como los ojos de los niños. Dulce como las sombras de la noche. Dulce como una voz. O como un lirio.
Para el que lleva la pena y la lira, eres sol que ilumina el camino. Equivales a todas las bellezas, al color, a la luz, a los sonidos.
¡Oh! Divino licor de la esperanza, donde a la perfección del equilibrio llegan alma y materia en unidad como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.
Y el alma superior es de las flores, ¡Oh licor que esas almas has unido! El que te gusta no sabe que traga un resumen dorado del lirismo.
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